La guerra de los mil días fue una confrontación civil que asolo a la república de Colombia y a Panamá (que en ese entonces era un departamento de Colombia), por lo tanto hizo que nuestro país se devastara en todos los aspectos, tanto en lo social como en lo económico. El pueblo colombiano aún vive las consecuencias de esta absurda guerra, la cual nos afectó desde el 3 de noviembre de 1903 todas y cada una de las vidas cotidianas que llevamos los colombianos.

La inversión económica que hizo nuestro país para superar el conflicto dejó en bancarrota la economía nacional, a tal punto, que aún estamos pagando las consecuencias sociales, morales, políticas y económicas de este conflicto interno que dejó como ganadores a los vendedores de armas y al gobierno de los Estados Unidos que fue el que se quedó con el lucrativo negocio del canal de Panamá.
La economista Marina Rodríguez comenta sobre el tema y piensa al respecto que “esta fue una crisis en que Colombia cayo a la perdición en cuanto a lo económico por lo tanto las consecuencias si influyeron mucho en los habitantes tanto en esa fecha como los que ahora sobreviven en la situación que nos encontramos…”
Con el pasar de los años podemos darnos cuenta que un 30% aproximadamente de los colombianos han vivido conflictos violentos entre conservadores y liberales que se fueron desarrollando poco a poco con el pasar del tiempo.

En ningún momento me avergüenzo de ser colombiana, pero tengo que ser realista y pensar que nuestro país puede ser mucho mejor, puede ofrecer mayores y mejores oportunidades a sus habitantes; en ese entonces era muy difícil conseguir alimento, tener un techo en donde refugiarse y una vida lejos de las preocupaciones; pero la situación actual no ha cambiado mucho, aún tenemos problemas de violencia, aún hay desempleo, aún hay desigualdad social y los colombianos vivimos a la expectativas, no de cosas positivas, sino de atentados terroristas, persecuciones, chuzadas del DAS, etc.

Para concluir, todos y cada uno de los conflictos, ya sean internos o externos, que se presenten en una nación, someten a la población inerme en los únicos damnificados, en víctimas de los conflictos sin tener responsabilidad en los mismos. Muchas de esas guerras se hacen solo para demostrarnos cuan necios somos, para medir el poder de la carrera armamentista, o simplemente para ocultar la realidad social que azota a los pobres y a los débiles, que en últimas, son quienes realmente pagan las consecuencias de los pecados de la burocracia hambrienta de poder.

AUTORA: ADRIANA RANGEL...